Nueva Frontera

domingo, abril 24, 2005

El sexto sentido

No, no vamos a hablar de nada relacionado con fantasmas y niños con cara de dame-una-colleja, los tiros no van por ahí exactamente. Aunque reconozco que ver espectros es algo que tiene su valor, se queda en una vulgar patraña comparado con la habilidad innata que tienen las mujeres para sentir que son observadas o fotografiadas.


Dudo que haya un sólo heterosexual en el planeta al que no le haya pasado. Son esas situaciones en las que pasa alguien del sexo opuesto a tu lado y piensas: ahora es el momento. Y justo cuando la vena perversa se inflama, cuando los globos oculares se sincronizan en un gesto magistral y todos los sermones que te soltaban unos soplagaitas cuando eras niño sobre lo malo que era el voyeurismo se convertían en palabras vanas; el sexto sentido de la observada se activa y...

Al carajo con la operación, no sabemos porque pero el enémigo se giró repentínamente dejando nuestra posición al descubierto. ¿Cómo lo supo? Y lo más preocupante, ¿por qué de entre toda la gente de nuestro alrededor, tenía que mirarnos precisamente a nosotros? ¡Tenemos un espía en nuestras filas! No, es el jodido sentido arácnido femenino que te ha pillado desprevenido otra vez, soldado.

Entonces es cuando llega la tensión, todos esperamos a que se dirija amablemente hacia nosotros y nos diga aquello: ¡Qué detalle por tu parte haberme visto el trasero! ¡Eres un cielo!... ¡Ilusiones! Vagas fantasías de tu mente que se cancelan cuando ella te dice:

Ella: ¿Qué estabas mirando?
Conciencia: ¡No le digas que le estabas mirando el culo! ¡No se lo digas!
Yo: Mirándote el culo.
Conciencia: ¡Anda y vete a la porra!

Entonces es cuando ella te suelta el mismo sermón que te contaron cuando eras niño, o bien si se trata de una tia legal, te atiza una galleta que te deja sereno. ¿Qué quieres que haga, tia? No es machismo, se llama herencia genética. Soy un hombre sin pareja, ¿sabes lo duro que es levantarse cada dia y ver que a tu lado sólo hay una sábana arrugada? Cuando lo ideal sería tener alguien que te dijera: Hola, cariño. Te quiero mucho. ¿Te traigo un colacao?

¡Pardiez, el destino es cruel!