Nada que perder (Vol. 2)

Tanto Bronco como Alan mantenían fijas sus miradas el uno sobre el otro. Un susurro, un leve chasquido o el simple vuelo de una mosca hará que una lluvia de balas inunde el local. Pero no pasó nada de aquello, en realidad el ruido venía de quien menos cabía esperar.

- ¡Nooooooooo! - se oyó desde el escenario del saloon.

La voz provenía de una figura inicialmente femenina, pero con un tono sospechosamente masculino. Se alzaba con unas plataformas de 3 palmos y un bizarro atuendo ilegalmente hortera, un antifaz emplumado ocultaba parte de sus marcadas facciones.

- ¡Por favor, no os matéis aquí! - suplicó aquella figura - ¡No quiero verte morir, Alan! - añadió tras abrazar a Alan con todas sus fuerzas.
- ¡Walter, no te metas en esto! Me temo que esto es personal - ordenó Alan.
- ¡Te he dicho que me llames Priscilla! - respondió enojadamente Walter.

Bronco observó atónito la escena, apenas podía articular unas palabras tras la impresión. No fue hasta que se ventiló de un trago su whisky cuando por fín pudo decir:

- ¿¡Me estás diciendo que tu novia es un drag!? - vociferó Bronco enojado mientras escupía al suelo.
- Así es, Bronco. Se llama Walter - indicó Alan.
- ¡Priscilla! - dijó Walter en un tono quasi histérico.
- Si, Priscilla, la reinona a este lado del río Pecos - afirmó Alan. - Me la encontré aullando encima de una diligencia que atravesaba todo el estado - añadió después.

Bronco pareció relajarse durante unos momentos. Sin separar una de sus manos del revólver, se sacó un puro del bolsillo de la gabardina, se lo pasó por la nariz para captar su aroma y lo dejó encima de la barra. Todo ello bajo la atenta mirada de Alan.

- ¿El puro de la victoria? - inquirió Alan.
- Si, pienso fumármelo a mi salud cuando os meta a ambos una bala entre ceja y ceja - amenazó Bronco.

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Y hasta aquí nuestro relato de cowboys sarasas de hoy, ¿por qué hago esto? ¡Temblad cada vez que no se me ocurra nada que poner porque será cuando añada una nueva entrega!